Según ha publicado la revista Aviation Week and Space Technology,
“el presupuesto solicitado por la NASA para 2014 incluye una partida
para una nueva misión que consiste en encontrar un pequeño asteroide,
capturarlo con una nave robotizada y ponerlo al alcance de los
astronautas en algún lugar cercano a la Luna”.
El proyecto fue sugerido por primera vez hace un año por el Instituto
Keck de Estudios Espaciales, entidad adscrita al Instituto de Tecnología
de California (Caltech), y adoptado después por la NASA y también por
la Oficina de Política Científica y Tecnológica de la Casa Blanca. Hace
ya algún tiempo, el presidente Obama anunció su intención de enviar una
nave tripulada para que astronautas aterrizaran en un asteroide en el
año 2025, pero los costes de esa misión han resultado ser muy elevados.
Sin embargo, traer un asteroide “a casa”, probablemente al segundo Punto de Lagrange
entre la Tierra y la Luna (EML2) sería algo técnicamente posible y
presupuestariamente asequible. Los puntos de Lagrange son las cinco
posiciones de un sistema orbital en las que las fuerzas gravitatorias de
dos cuerpos (por ejemplo la Tierra y la Luna) se equilibran, de modo
que un objeto pequeño (como un satélite o un asteroide) puede mantenerse
estacionario con respecto a los dos más grandes. EML2, situado sobre la
cara oculta de nuestro satélite, es uno de esos cinco puntos
gravitatorios privilegiados del sistema Tierra-Luna.
Según los cálculos del Instituto Keck, remolcar un asteroide de unos
siete metros y 500.000 kg. de peso tendría un coste aproximado de 2.650
millones de dólares. Para llegar hasta el objetivo y traerlo a la Tierra
se utilizarían impulsores eléctricos y de energía solar. Una vez
colocado en el punto elegido, el asteroide quedaría al alcance de un
cohete Orion tripulado, que podría así estudiarlo a sus anchas.
En cuanto a los posibles riesgos, los investigadores del
Keck aseguran que la misión no supondría amenaza alguna para la Tierra
ya que los asteroides elegidos serían del tipo C (condritas carbonáceas,
los más comunes), que tienen la misma densidad que “una bola de barro
seca” y que, además, llegarían hasta nuestro planeta a una velocidad
muchísimo menor que la del asteroide (de similar tamaño) que hace unas
semanas explotó en Rusia, sobre la ciudad de Chelyabinsk.
Sin duda, la parte más difícil, según explica Paul Dimotakis, del
Caltech, sería encontrar un asteroide adecuado, ya que se necesita una
roca bastante más pequeña que las que habitualmente se ven pasar en las
proximidades de la Tierra. Algo que, con la tecnología actual de
detección, resulta bastante complicado. Y si bien es cierto que algunos
candidatos potenciales podrían ya haber sido detectados (y desechados
como “ruido” por los algoritmos de escaneo de los grandes telescopios),
sería necesario también calcular a la perfección sus órbitas y elegir
uno que volviera a pasar cerca de la Tierra hacia el 2020, año en que se
prevee que esté lista la misión.
Otra ventaja, aseguran los impulsores de la idea, sería que el
proyecto podría resultar de gran utilidad en el caso de que nos viéramos
amenazados por un asteroide que siguiera una ruta directa de colisión
contra nosotros. Por no hablar del creciente interés de más de una
compañía privada por encontrar un medio de explotar comercialmente los
recursos de los asteroides, en especial agua y metales. Todo un desafío,
pues, que podría convertirse muy pronto en realidad.
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